21 de diciembre de 2012

"La estatua de Bronce", Lindsey Davis, 1990.

(…) era ciudadano libre de Roma. Lo único que eso significaba era que había nacido en un tugurio, seguía viviendo en un tugurio y, salvo en los momentos en que la irracionalidad me dominaba, suponía que moriría en un tugurio.”


Si no me quedaba más remedio que perder a la encantadora dama con la que soñaba, las mujeres sin principios ya podían hacer lo que quisieran conmigo.”


Para ellos Vespasiano era un don nadie. Sus excelentes dotes de mando carecían de significado, tanto como los cuarenta años de servicio que había prestado a Roma. No tenía dinero ni antepasados ilustres. No se puede permitir que quienes sólo posean talento alcancen las más altas cotas. Si así ocurre, ¿qué posibilidades tendrían los chapuceros y los mediocres de la flor y la nata?”

Britania, donde, mires donde mires, el maldito clima logra darte un bofetón…”

El ex cónsul Marcelo era escandalosamente rico; el acceso a su villa vesubiana daba tiempo de sobra a las visitas para poner expresión de envidia antes de presentar sus respetos.”


Claro que podría haberle dicho que ocurre todos los días. Las mujeres que creen que se las saben todas suelen arrojarse a los brazos de traidores cuyo sentido del compromiso dura tanto como la sonrisa bribona que acaba de meterlas en la cama… A diferencia de Helena Justina, la mayoría de las mujeres se perdonan a sí mismas.”

El goce que les producía su propia estupidez era todo un espectáculo.”

La mayor parte de mi trabajo se realiza en solitario, pero es bueno saber que una vez cumplida la tarea podría volver a casa y encontrarme con alguien que se burlara gustosamente de mí si mostraba la menor propensión hacia la jactancia. Sería bueno regresar junto a alguien que me echara de menos si no volvía a casa.”

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