“Pero
quizá L. se dedicaba a leer melodramas, después de todo
representaba a la aristocracia –las marquesas, los generales y los
obispos- que vivían en un mundo curioso y lleno de formalismos de su
propia invención, recompensándose mutuamente con medallas: como
peces en una pecera, siempre mirando a través del cristal y
confinados en su elemento particular por sus necesidades
fisiológicas. Sus ideas sobre el otro mundo –el de los
profesionales y los trabajadores manuales- procederían en parte de
los melodramas. Es un error subestimar la ignorancia de la clase
dominante. María Antonieta dijo una vez de los pobres: ‘¿Es que
no pueden comer bizcocho?’”.
“En
una vida feliz, la desilusión final acerca de la naturaleza humana
coincide con la muerte. Hoy se pasan toda la vida desilusionados…”
“Si
nosotros viviéramos en un mundo que garantizara los finales felices,
¿cuánto tiempo tardaríamos en descubrirlo?”.
“Nadie
sabe por cuánto tiempo es una despedida, si no prestaríamos más
atención a las sonrisas y a las palabras convencionales.”
“Tuvo
una repulsiva visión de un mundo entero de poetas, músicos,
eruditos, artistas –con gafas de montura de acero, ojos inyectados
en sangre y aventajados cerebros de traidor- supervivientes de un
mundo arcaico, enseñando a los jóvenes útiles lecciones de
traición y dependencia.”
“siguió
caminando tercamente calle arriba; seguiría intentándolo hasta que
lo encerraran, lo ahorcaran, lo fusilaran, hasta que acallaran de
alguna forma su boca, lo relevaran de toda lealtad y pudiera
descansar.”