“Era el hijo de D.
Baldomero muy bien parecido y además muy simpático, de estos hombres que se
recomiendan con su figura antes de cautivar con su trato, de estos que en una
hora de conversación ganan más amigos que otros repartiendo favores positivos.”
“A este ilustre chino
deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su
belleza, el mantón de Manila, al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han
llevado en sus hombros la gran señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse
con un cuadro.”
“Indudablemente el difunto Arnaiz
no había visto claro al hacer tantos pedidos; se cegó, deslumbrado por cierta
alucinación mercantil; tal vez sintió demasiado el amor al artículo y
fue más artista que comerciante.”
“(…) El gordo Arnaiz
y su amigo Pastor, el economista, sostenían que todos los grandes problemas se
resuelven por sí mismos (…). La naturaleza se cura sola; no hay más que
dejarla. Las fuerzas reparatrices lo hacen todo, ayudadas del aire. El hombre
se educa sólo en virtud de las suscepciones constantes que determina en su
espíritu la conciencia, ayudada del ambiente social. D. Baldomero no lo decía
así; pero sus vagas ideas sobre el asunto se condensaban en una expresión de
moda y muy socorrida: «el mundo marcha». Felizmente para Juanito, estaba allí
su madre, en quien se equilibraban maravillosamente el corazón y la
inteligencia.”
“(…) porque si Juanito Santa Cruz no hubiera
hecho aquella visita, esta historia no se habría escrito. Se hubiera escrito
otra, eso sí, porque por do quiera que el hombre vaya lleva consigo su novela;
pero esta no.”
“Ella sí que tenía campo
vastísimo en que ejercer su espíritu crítico. Manos a la obra. No debe haber
secretos entre los esposos. Esta es la primera ley que promulga la curiosidad
antes de ponerse a oficiar de inquisidora.”
“Era hombre sin
instrucción, y... lo que pasa... por lo mismo que no la tenía gustaba de
aparentarla. Cuenta el tunante de Villalonga que hace años usaba Aparisi
el “E pur si muove” de Galileo; pero el pobrecito no le daba
la interpretación verdadera, y creía que aquel célebre dicho significaba por
si acaso.” Así, se le oyó decir más de una vez: “Parece ser que no lloverá;
pero sacaré el paraguas e pur si muove”.”
“Y era muy
particular; estaba tan tranquila, sin pensar en semejante cosa, y por cualquier
incidente, por una palabra sin interés o referencia trivial, le asaltaba la
idea como un dardo arrojado de lejos por desconocida mano y que venía a
clavársele en el cerebro.”
“Cuando por las
noches veía entrar de la calle a D. Baldomero, tan bondadoso y jovial, siempre
con su cara de Pascua, vestido de finísimo paño negro y tan limpio y sonrosado,
no podía menos de pensar en los nietos que aquel señor debía tener para que
hubiera lógica en el mundo, y decía para sí: «¡Qué abuelito se están
perdiendo!».”
“Izquierdo debía de
tener hambre atrasada, porque al ver las chuletas, les echó una mirada guerrera
que quería decir: «¡Santiago y a ellas!» y sin responder nada a lo que el otro
hablaba, les embistió con furia.”
“Aquel
desventurado era como otros muchos seres que se pasan la mayor parte de la vida
fuera de su sitio, rodando, rodando, sin llegar a fijarse en la casilla que su
destino les ha marcado.”
“En el seno de la
prosperidad en que ella vivía, no pudo darse nunca cuenta de lo grande que es
el imperio de la pobreza, y ahora veía que, por mucho que se explore, no se
llega nunca a los confines de este dilatado continente.”
“(..) Español había de ser. Siempre picando alto y
queriendo servir al Estado...”
“A
Jacinta se le clavó esta frase en el corazón, y estuvo temblando un rato en él
y agrandando la herida, como sucede con las flechas que no se han clavado bien.”
“Vinieron
luego otras cosillas, menudencias si se quiere, pero como caían sobre un
espíritu ya quebrantado, resultaban con mayor pesadumbre de la que por sí
tenían.”
“Usaba de su escasa
memoria como de un ave de cetrería para cazar las ideas; pero el halcón se le
marchaba a lo mejor, dejándole con la boca abierta y mirando al cielo.”
“Su
dentadura había salido con tanta desigualdad que cada pieza estaba, como si
dijéramos, donde le daba la gana.”
“Si
existiera el uniforme de perdido, Olmedo se lo hubiera puesto con verdadero
entusiasmo, y sentía que no hubiese un distintivo cualquiera, cinta, plumacho o
galón, para salir con él, diciendo tácitamente: «Vean ustedes lo perdulario que
soy». Y en el fondo era un infeliz. Aquello no era más que una prolongación
viciosa de la edad del pavo.”
“Ya no
había mujeres honradas: lo decía un conocedor profundo de la sociedad y del
vicio. El escepticismo de Olmedo era signo de infancia, un desorden de
transición fisiológica, algo como una segunda dentición. Todo se reduce a echar
muchas babas, y luego ya viene el hombre con otras ideas y otra manera de ser.”
“Tratando
de medir el cariño que sentía por su amiga, Maximiliano hallaba pálida e
inexpresiva la palabra querer, teniendo que recurrir a las novelas y a la
poesía en busca del verbo amar, tan usado en los ejercicios gramaticales como
olvidado en el lenguaje corriente.”
“Y es que si los
estados más sólidos se quebrantan cuando la hacienda no marcha con perfecta
regularidad, aquella casa, hogar, familia o lo que fuera, no podía menos de
resentirse de las anomalías de un presupuesto cuyo carácter permanente era el
déficit.”
“La
belleza femenina no le conmovía o le conmovía muy poco, razón por la cual su
castidad carecía de mérito. La carne que a él le tentaba era otra, la de
ternera por ejemplo, y la de cerdo más, en buenas magras, chuletas riñonadas o
solomillo bien puesto con guisantes. Más pronto se le iban los ojos detrás de
un jamón que de una cadera, por suculenta que esta fuese, y la mejor falda para
él era la que da nombre al guisado. Jactábase de su inapetencia mujeril
haciendo de ella una estupenda virtud; pero no necesitaba andar a cachetes con
el demonio para triunfar.”
“Mauricia la Dura
representaba treinta años o poco más, y su rostro era conocido de todo el que
entendiese algo de iconografía histórica, pues era el mismo, exactamente el
mismo de Napoleón Bonaparte antes de ser Primer Cónsul.”
“Las recortadas nubes oscuras hacían figuras extrañas,
acomodándose al pensamiento o a la melancolía de los que las miraban, y cuando
en las calles y en las casas era ya de noche, permanecía en aquella parte del
cielo la claridad blanda, cola del día fugitivo, la cual lentamente también se
iba. Estas hermosuras se ocultarían completamente a la vista de Filomenas y Josefinas cuando
estuviera concluida la iglesia en que se trabajaba constantemente. Cada día, la
creciente masa de ladrillos tapaba una línea de paisaje. Parecía que los
albañiles, al poner cada hilada, no construían, sino que borraban.”
“Era un asesino
implacable y reincidente del tiempo, y el único goce de su alma consistía en
ver cómo expiraban las horas dando boqueadas, y cómo iban cayendo los periodos
de fastidio para no volver a levantarse más.”
“Existe
una confabulación tácita (no tan escondida que no se encuentre a poco que se
rasque en los políticos), por la cual se establece el turno en el dominio. En
esto consiste que no hay aspiración, por extraviada que sea, que no se tenga
por probable; en esto consiste la inseguridad, única cosa que es constante
entre nosotros, la ayuda masónica que se prestan todos los partidos desde el
clerical al anarquista, lo mismo dándose una credencial vergonzante en tiempo
de paces, que otorgándose perdones e indultos en las guerras y revoluciones.
Hay algo de seguros mutuos contra el castigo, razón por la cual se miran los
hechos de fuerza como la cosa más natural del mundo. La moral política es como
una capa con tantos remiendos, que no se sabe ya cuál es el paño primitivo.”
“Era
indulgente con los entusiasmos, sin duda porque él también los había padecido.
Cuando alguno se expresaba ante él con fe y calor, oíale con la paciencia
compasiva con que se oye a los locos. También él había sido loco; pero ya había
recobrado la razón, y la razón en política era, según él, la ausencia completa
de fe.”
“El
español es el ser más charlatán que existe sobre la tierra, y cuando no tiene
asunto de conversación, habla de sí mismo; dicho se está que ha de hablar mal.
En nuestros cafés se habla de cuanto cae bajo la ley de la palabra humana desde
el gran día de Babel, en que Dios hizo las opiniones.”
“La
ráfaga de ambición que pasa por la mente de todo español con más o menos
frecuencia haciéndole decir si yo fuera poder, le soplaba a Rubín
dos o tres veces cada día, más bien como sueño que como esperanza (…).”
“Las lecturas de
Rubín fueron como un descubrimiento. Ya sospechaba él aquello; pero no se
atrevía a expresarlo. El hallazgo era negativo, es decir, había descubierto que
la mejor organización de los estados es la desorganización; la mejor de las
leyes la que las anula todas, y el único gobierno serio el que
tiene por misión no gobernar nada, dejando que las energías sociales se
manifiesten como les da la gana. La anarquía absoluta produce el orden
verdadero, el orden racional y propiamente humano.”
“No
desconocía él la situación poco airosa en que estaba ante Jacinta, cuya
grandeza moral se elevaba ante sus ojos para darle la medida de su pequeñez. (…)
Lo que él quería era quedar bien, remontarse hasta su mujer, y superarla si era
posible, presentando sus faltas como méritos, y retocando toda la historia de
modo que pareciese blanco y hasta noble lo que con los datos sueltos del botón
y el cabello era negro y deshonroso. (…) Lo que él no podía sufrir era que se
le tuviese por hombre vulgar, por uno de tantos. Hasta las acciones más
triviales y comunes, si eran suyas, quería que pasasen por actos
deliberadamente admirables y que en nada se parecían a lo que hace todo el
mundo.”
“No me
fío yo, no me fío, porque para fabricar estos arcos triunfales de frases y
entrar por ellos dándote mucho tono, te pintas tú solo.”
“En los
primeros días tuvo horas de melancolía intensísima, en las cuales su
conciencia, confabulada con la memoria, le representaba de un modo vivo todas
las maldades que cometiera en su vida, singularmente la de casarse y ser
adúltera con pocas horas de diferencia.”
“¡Y quién me había de
decir a mí que le haría ascos a la comida, yo que jamás le he preguntado a ningún
plato por sus intenciones!”
“No
quiero hablar de las otras muchas levitas y gabanes flamantes que se veían por
Madrid, ni de las señoras que trocaban sus anticuados trajes por otros
elegantes y de última novedad. Este es un fenómeno histórico muy conocido. Por
eso cuando pasa mucho tiempo sin cambio político, cogen el cielo con las manos
los sastres y mercaderes de trapos, y con sus quejas acaloran a los
descontentos y azuzan a los revolucionarios. «Están los negocios muy parados»
dicen los tenderos; y otro resuella también por la herida diciendo: «No se
protege al comercio ni a la industria...».”
“Para principio del
clérigo, pones la merluza mala que trajiste esta mañana, ¿sabes?, y que está
apestando... Le echas bastante sal, y después la cargas de harina todo lo que
puedas y la fríes. Ponle todas las tajadas, y se las embaulará sin enterarse de
si está buena o mala. Es como los tiburones, que tragan todo lo que les echan.”
“(…)Vea usted, señora, ¡qué cosas
hace la Virgen! —Ella se sabrá lo que le conviene, tonta.”
“Lo
que usted quería, digamos las cosas claras, lo que usted quería era casarse
para tener un nombre, independencia y poder corretear libremente. ¿Más clarito
todavía? Pues lo que usted deseaba era una bandera para poder ejercer la
piratería con apariencias de legalidad.”
“Abstraerse,
renunciar a todo, anular por completo la vida exterior, y vivir sólo para
adentro... este es el único bien positivo; lo demás es darle vueltas a una
noria de la cual no sale nunca una gota de agua».”
“—¿Pero
tú le querías?—preguntó la de Rubín, que con la idea del querer resolvía todos
los problemas.”
“Se
desprendió de la humanidad, cayó del gran árbol la hoja completamente seca,
sólo sostenida por fibra imperceptible. El árbol no sintió nada en sus inmensas
ramas. Por aquí y por allí caían en el mismo instante hojas y más hojas
inútiles; pero la mañana próxima había de alumbrar innumerables pimpollos, frescos
y nuevos.”
“Sin
que se interrumpiera la acción mecánica, el espíritu de la pobre mujer
reproducía fielmente la escena aquella, con las palabras, los gestos y las
inflexiones más insignificantes del diálogo. En medio de la reproducción iban
colocándose, como anotaciones puestas al acaso, los comentarios que se le
ocurrían.”
“Su
entendimiento excelso sugeríale determinaciones para todos los casos, y medios
de armonizar los hechos con los principios en la medida de lo posible. Era su
lema que debemos partir siempre de la realidad de las cosas, y sacrificar lo
mejor a lo bueno, y lo bueno a lo posible. Esto lo había aprendido en la
experiencia de los negocios, la cual se aplica con éxito a los asuntos morales
(…).”
“—¿Pues
qué querías tú...? (con sonrisa glacial). Hija, es preciso estar a las agrias y
a las maduras. ¿Qué querías? ¿Herir y que no te hirieran? ¿Matar y que no te
mataran? El mundo es así. Hoy tiras tú la estocada, y mañana eres tú quien la
recibe... ¿Dudas todavía?”
“Entonces
se vio que la continuidad de los sufrimientos había destruido en Jacinta la
estimación a su marido, y la ruina de la estimación arrastró consigo parte del
amor, hallándose por fin este reducido a tan míseras proporciones, que casi no se
le echaba de ver.”
Deliciosas, las citas y todo lo que este hombre escribió.
ResponderEliminarY tú lo puedes corroborar, que algo de él has leído, no?
ResponderEliminarDe las citas: han sido algunas más pero las he reducido un poco, que si no... Al menos las dejo en el Kindle guardadas, que dan gusto releerlas.